
Una niña refugiada siria de Kobane llora mientras abraza a otro refugiado, momentos después de llegar con otros refugiados sirios en un bote a la isla de Lesbos, Grecia, el 23 de agosto de 2015. Reuters
Condiciones infrahumanas, torturas y coacciones: esta es la realidad que sigue latente en "la peor frontera de Europa"
'Con el agua al cuello' hace una radiografía de la situación actual de los refugiados que llegan desde Turquía a Lesbos.
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Hibai Arbide (Leioa, 1979) llegó en 2014 a Grecia por amor. Trabajaba como abogado en Barcelona y estaba vinculado a algunos movimientos sociales. Se había interesado como activista sobre ciertas cuestiones relativas a las migraciones, pero, al llegar a Lesbos, dice, dejó aquello atrás para "ser periodista".
Era época de austeridad. Al año siguiente de su llegada se solaparían dos de las crisis más importantes que ha tenido la Unión Europea. Por un lado, la financiera y, por otro, "la mal llamada crisis de los refugiados". Ambas disputas en el mismo país: Grecia.
Este contexto, sumado a su conocimiento previo como abogado y su "estar allí", fue lo que llevó a que Arbide, junto a su familia, tomara la decisión de trasladarse permanentemente a Lesbos en 2022. Y ahora, siendo todo un experto en la materia, publica Con el agua al cuello (Capitán Swing, 2025) en donde habla de la realidad que muchos no quieren ver.
Desde la antigüedad, explica Arbide a ENCLAVE ODS, esta isla griega ha sido un punto de paso entre Oriente y Occidente (y viceversa). Su posición geográfica y su gran tamaño han hecho de este territorio un "punto caliente" en las rutas migratorias. Ha sido, según el bilbaíno, "un lugar con un simbolismo muy fuerte", y lo explica: "En 2016 la población de Lesbos fue candidata al Nobel de la Paz por su solidaridad con las personas migrantes".
Sin embargo, la imagen de los voluntarios dispuestos a ayudar se entremezcla con la de los responsables de las atrocidades que ocurren a diario en regiones como Lesbos, Samos o Quíos. Ante lo que Arbide se pregunta: ¿acaso la población local no sabe lo que ocurre por las noches en su costa?

Hibai Arbide, el reportero vasco que se trasladó a Lesbos en 2022. Capitán Swing
La respuesta no es tan sencilla. Por un lado, dice el reportero vasco, hay una parte que ha decidido ignorar esta violencia y es, de alguna forma, "cómplice". Por el otro, hay quienes tienen un "desconocimiento sincero" de lo que ocurre. Aunque existe un tercer grupo, que es donde entran Arbide y sus conocidos.
"Hay una parte de la población que, cuando es consciente de esta violencia, no puede ignorarla", explica. Es ahí donde confronta la tensión entre quienes no pueden dejar de ver lo que sucede todas las noches y quienes todavía no lo han hecho. Y esto, dice, "tiene que ver con muchas cosas interesantes, como la labor de los medios de comunicación y la complicidad o no de la población local en determinadas cosas".
Devoluciones en caliente
En la noche del 9 al 10 de febrero de 2023, cuenta el bilbaíno en Con el agua al cuello, desaparecieron 45 personas. Aquella medianoche Arbide recibió un aviso y, pese a que "era evidente que varias personas habían desembarcado allí hacía muy poco, no se veía ni rastro". A las 7:25 h de la mañana siguiente, la Guardia Costera turca rescataba a dos grupos de náufragos que "flotaban a la deriva en dos balsas salvavidas".
Aquella noche no fue un evento aislado. En ocasiones, explica el reportero, "obligan a las personas migrantes a subir a embarcaciones de la Guardia Costera para conducirlas hasta algún punto alejado de la costa, donde son obligadas a subir a balsas salvavidas que no tienen motor".
En la mayoría de casos, afirma, "las corrientes las empujan hasta la costa turca y, tras varias horas de angustia, son rescatadas por los guardacostas del país". Sin embargo, asegura Arbide en su publicación, "los incidentes con resultado de muerte antes de que llegue el rescate son incontables".
El 20 de enero de 2014, señala el bilbaíno, los guardacostas griegos fueron responsables de la muerte de 11 personas en una devolución en caliente desde Farmakonisi. Tres mujeres y ocho menores, incluidos bebés, se ahogaron.
De acuerdo con el dictamen del Tribunal Europeo de Derechos Humanos —emitido el 7 de julio de 2022— "durante la operación las autoridades helenas no habían hecho todo lo que razonablemente cabía esperar de ellas para evitar la tragedia y proteger a las personas a bordo".

Hibai Arbide presenta su última publicación, 'Con el agua al cuello' (Capitán Swing, 2025). Capitán Swing
Coacciones y palizas para obligar a los migrantes a regresar a base, o lo que Arbide prefiere llamar pull backs, se han convertido en la tónica de esta frontera. De hecho, indica, es posible hablar de cifras, ya que "los guardacostas turcos publican cada día el número de personas que rescatan a la deriva como consecuencia".
En concreto, desde 2020, más de 100.000 personas han sido rescatadas. Es decir, se han producido más de 100.000 pull backs. Aunque, matiza Arbide, "no se puede hacer una media porque los números cambian mucho, dado que el movimiento de personas no es homogéneo". Lo que sí se puede hacer, dice, es "una estimación que se han superado los 3.000 incidentes".
La "mal llamada crisis"
En 2022, 27.984 personas fueron rescatadas a la deriva en aguas turcas tras sufrir una deportación colectiva por parte de Grecia. En 2023 fueron 33.607. En 2024, la cifra fue menor: 11.640 hasta octubre. De ellas, más de 5.000 eran niños. O, por lo menos, así lo muestra Arbide en su última publicación.
Pero, ¿por qué están bajando las cifras? La respuesta, señala el reportero, tiene "varios matices". Por un lado, hay aspectos que son "muy difíciles de estimar porque tienen que ver con cuestiones como si la gente se queda sin dinero". En ese caso, dice, no es que quieran migrar menos, sino que hay menos posibilidad.
Hay también factores difíciles de controlar, como "la presión de las fuerzas policiales dentro de Turquía" o cuando este cumple "de alguna manera" su acuerdo con la Unión Europa.

Existen, además, aspectos relacionados con la reducción de determinadas rutas. Actualmente, por ejemplo, hay menos migrantes sirios desde que ha cambiado el régimen. Aunque matiza lo dicho: "Justo ahora que hay un ciclo de bastantes muertes de civiles en los últimos días, me da la sensación de que podría haber un repunte, pero es demasiado pronto todavía para verlo".
A esto, añade, se suma el estallido de la guerra en Gaza con su consecuente cierre de fronteras. Y otro aspecto podrían ser las cumbres bilaterales entre Grecia y Turquía, en las que el país asiático se compromete a "ser más duro con los migrantes".
Sin embargo, sean más o menos los refugiados que llegan a Lesbos, o a cualquiera de las otras islas de la frontera, los migrantes no cesan. Según ACNUR, en 2011 hubo 1.030 personas que alcanzaron el mar por Grecia.
En 2012 fueron 11.447 quienes consiguieron viajar a Grecia en barca de manera irregular. Dos años más tarde, cuenta Arbide, esa sería la cantidad que llegaba cada semana. Y, en 2014, comienza a ser obvio por esta ruta cuando 41.038 personas arriban a las islas griegas.
En aquel momento, dice, "ya estaba empezando la (mal llamada) crisis de los refugiados". Y lo deja claro: "Nunca fue una crisis de refugiados. Fue —y es— una crisis de recepción, una crisis de valores de Europa y una crisis de gestión por anteponer la perspectiva militarista del régimen de fronteras europeo a los derechos humanos".

Cientos de salvavidas de los migrantes que llegan a Lesbos. Reuters
En 2015, continúa Arbide en Con el agua al cuello, 856.723 personas alcanzaron las costas griegas con la intención del salvar sus vidas en Europa. Otras 4.907 lo hicieron por tierra y otras 799 murieron en el intento.
Por ello, insiste, "los refugiados y refugiadas no tenían ninguna crisis. Era una necesidad y unos derechos que querían ejercer". Lo que había, afirma, "es una voluntad por parte del conjunto de la Unión Europea de reducir las llegadas y minimizar el número de demandantes de asilo, pero sin tener en cuenta que no se puede disminuir un derecho a voluntad".
Al mismo tiempo, dice, "había una crisis de gestión en el sentido de que la Unión Europea estaba tomando medidas en contra de su propia legislación". Motivo por el que, subraya, cuando dice "mal llamada" se refiere a que "hablamos de la crisis de los refugiados como una cosa fortuita o casi como un desastre natural, no como la consecuencia de unas decisiones políticas tomadas de manera consciente o inconsciente, pero que tienen efectos muy concretos".
La hoja de ruta del migrante
El periplo migratorio comienza mucho antes de la llegada de los refugiados a Lesbos. Arbide explica que "hay diferentes modalidades para viajar de manera clandestina desde Turquía hasta Grecia y el precio varía mucho de una a otra".
Mahmoud, de quien habla en su ensayo, fue una de las miles de personas que han logrado llegar a Occidente a través de esta ruta. Su sueño, cuenta el bilbaíno, era "venir a Europa para ser futbolista". Durante años solicitó el visado para entrar en España, pero nunca lo consiguió. Fue entonces cuando se informó de las condiciones y precios de las diferentes rutas y emprendió su viaje a Estambul —que era la opción más económica—.
Pasó un mes en la capital turca y otro en Bodrum, donde estuvo trabajando a destajo "para tener dinerito para el transporte". Le pagaban 250 dólares al mes y necesitaba 300 para afrontar el viaje, aunque tras dos intentos fallidos terminó pagando 900 en total. En su tercer intento, logró llegar a un campo de refugiados en Grecia.
Pese a que 300 dólares es, según Arbide, "el precio más habitual en la actualidad", desde la generalización de los pushbacks "algunos contrabandistas incluyen diferentes intentos". Incluso hay quienes pagan "una especie de tarifa plana que cubre tantos intentos como fueran necesarios en el caso de que Grecia ejecutara deportaciones masivas".
Cafeterías, mercados, hoteles, pensiones o estaciones de tren y autobuses son lugares comunes en los que se pueden encontrar a los emisarios de los contrabandistas en busca de clientes potenciales. También se pueden ver ofertas online. Decenas de grupos de Facebook y canales de Telegram publican precios, trayectos, tipos de embarcación y hasta planes de financiación.

Un migrante afgano salta de una balsa abarrotada a una playa en la isla griega de Lesbos el 19 de octubre de 2015. Reuters
Sin embargo, llegar al territorio europeo en la gran mayoría de ocasiones no va ligado a una vida mejor. A finales de 2019, narra Arbide en su obra, "la enorme cantidad de gente bloqueada en los campos de las islas generaba muchas molestias, tanto para quienes residían en ellos como para la población local". En Moria, la cifra se acercaba a 20.000 personas hacinadas en un espacio previsto para 3.500.
Es precisamente aquel campo —el de Moria— el que Arbide describe como "el peor campo de refugiados del mundo". Un lugar que, dice, "realmente impresionaba para mal". Y lo explica: "Había que esperar turno para todo: varias horas para conseguir agua potable o comida, más de dos horas para lavarse las manos; todo un día para que quedara libre una ducha que nadie limpiaba desde hacía meses". Y así con todo.
En Moria, continúa, "la sensación que tenías es de incomprensión, de dónde irá todo el dinero que la Unión Europea se está gastando". Sin duda, asegura, "era uno de los lugares más espantosos que he visto en la vida".
La situación es incluso peor para las mujeres, las personas LGTBIQ+ o cualquier miembro de alguna otra minoría. En concreto, cuenta, "los aseos atascados y desbordados con toda clase de materia fectal, estaban ocupados de día y por la noche eran lugares peligrosos para ellas, pues las agresiones sexuales allí eran habituales".
"No son espacios libres de patriarcado, ni de homofobia, ni de racismo", asegura. Son lugares donde "los proveedores de familia normalmente se enfrentan a una frustración muy fuerte por no tener trabajo y estar allí bloqueados sin cumplir el rol que socialmente se espera de ellos".
Esta frustración, dice, "se descarga hacia abajo y, por lo tanto, sus hijos e hijas son quienes la pagan". Aunque, matiza, "las personas refugiadas no son más machistas, más homófofas o más LGTBI fóbicas que las demás, pero viven en un contexto donde es más difícil lidiar con las frustraciones".