Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. EFE

Columnas EL PANDEMONIUM

¿Quieres apostar por la democracia española? Hazlo en corto

Aparentemente, en algún lado de España, quizá en algún pedrusco de los Monegros, existe una línea roja que Sánchez no cruzará jamás.

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Parece que el referéndum catalán, que es tanto como decir el vasco, el gallego, el balear y el valenciano, y apuesto a que Juan Manuel Moreno no deja pasar tampoco la oportunidad del "reconocimiento nacional de Andalucía", está a la vuelta de la esquina.

Y no a cambio de nada, no, sino a cambio de todo un año en la Moncloa para Pedro Sánchez. Poco me parece, reventar una nación de quinientos años de historia a cambio de doce meses más en el machito para el mejor presidente de nuestra historia. Como decía Gila, "te has cargado mi país, ¿pero y lo que nos hemos reído?".

Si la política fuera una ciencia, como todavía siguen fingiendo algunas universidades, los pesimistas españoles serían una mezcla de Einstein, Bohr y Planck, y los creyentes en la democracia, el Estado de derecho y la separación de poderes, unos brujos tribales seducidos por la homeopatía, el flogisto y las terapias naturales.

Observa la correspondencia, porque no es azarosa y está tirada con mala intención:

Democracia = homeopatía

Estado de derecho = flogisto

Separación de poderes = terapias naturales

En España, el que imagina lo peor acierta siempre. Nadie se arruinó jamás en nuestro país por invertir en corto respecto a la solidez de nuestra democracia y de nuestras instituciones. Sólo hay que darle el tiempo necesario a nuestros líderes políticos para que destrocen en unos pocos años lo que a otros les costó décadas construir.

De cincuenta años de civilización, está visto, no pasamos. Ese es nuestro límite natural.

Un ejemplo. No hay frase que haya escuchado más durante los últimos seis años que la de "a eso no se atreverá Pedro Sánchez". Luego, Pedro Sánchez se atreve a eso y la línea de lo tolerable se desplaza unos cuantos metros más en dirección a un nuevo vandalismo jurídico, político y cultural.

"Bueno, pero a eso otro seguro que no se atreve Sánchez" dicen entonces.

Y Sánchez vuelve a atreverse a eso otro.

En este bucle de rapto de fe, frustración teológica, renacimiento de la fe y nueva decepción teológica llevamos atascados los españoles seis años.

Aparentemente, en algún lado de España, quizá en algún pedrusco de los Monegros, existe una línea roja que Sánchez no cruzará jamás. La línea roja, por supuesto, son los intereses personales del propio Sánchez.

Pero, por alguna razón, ahí no busca nunca nadie.

"El Estado resistirá", dicen entonces los creyentes, buscando una solución externa a Sánchez y fingiendo la existencia de un Estado profundo, de un cogollo democrático fabricado en tungsteno, que emergerá de las profundidades de la democracia, como un kraken togado, para poner freno a las arbitrariedades jurídicas y políticas del PSOE.

Y el kraken resulta ser Cándido Conde-Pumpido.

Y el creyente, entonces, vuelve a moverse unos metros, siempre a la estela del PSOE, siempre a remolque, negándose a asumir la más obvia de las explicaciones.

"Bueno, pero la frontera final de la democracia aún está lejos" se dice entonces. "El barranco todavía no se avista", añade, sin percatarse de que si no se avista es porque los españoles dejamos atrás esa pantalla, la del barranco, hace mucho tiempo.

Concretamente, en 2003, cuando a la Moncloa llegó un tal José Luis Rodríguez Zapatero.

La fe del creyente en la democracia, el Estado de derecho y "la fortaleza de las instituciones" es inasequible a la realidad. No hay nada, absolutamente nada que pueda hacer el PSOE que le vaya a descabalgar de la idea de que en algún momento indeterminado del futuro un deus ex machina aparecerá de la nada y finiquitará a Sánchez, devolviendo a España al punto de la historia en que todo se torció.

El creyente en la democracia, en el poder del Estado de derecho y en "la fortaleza de las instituciones" no es consciente de que incluso en el caso de que fuera posible volver de alguna manera a esa España mitificada del pasado sería necesario para ello un movimiento político de una violencia similar a la que Pedro Sánchez ha ejercido contra la democracia, sólo que en sentido contrario. Un movimiento tan populista como Sánchez. 

¿O alguien cree de verdad que esto se soluciona "con seriedad, templanza y fiabilidad"?

Sánchez ha llegado para quedarse. No en persona, que eso tiene siempre fecha de caducidad, pero sí en espíritu. Y cuando él se vaya de la Moncloa, su legado será preservado con devoción por quien quiera que le sustituya.

Al tiempo.

¿Quieres un consejo? Hazte amigo de tu okupa. Está ahí para quedarse a tu lado durante mucho tiempo. Y todo lo tuyo es suyo porque esto es España.