
Concha Lax sostiene los globos de la celebración de su 110 cumpleaños; y a la izquierda, una foto de cuando hizo la comunión en 1924.
Concha, la 'abuela' más longeva de Murcia que cumple 110 años: "Trabajé todo lo que pude... Vivíamos bien, fuimos felices"
La mujer es una de las personas más longevas del mundo y rechaza retirarse a una residencia de personas mayores.
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Concepción Lax (Murcia, 1915) lo ha vivido todo. Cuando nació, Europa libraba la Primera Guerra Mundial. Cumplió 16 años un día antes de la proclamación de la II República, y cuando tenía 21 estalló la Guerra Civil. Pero a pesar de todo el drama histórico que ha transcurrido de forma paralela a su vida, este domingo soplaba felizmente las velas para celebrar su 110 cumpleaños: no solo es la súper abuela de España, sino que es la mujer más anciana de la Región de Murcia.
Ahora esta supercentenaria afronta un nuevo reto: entrar en el top 100 de las personas más longevas de todo el mundo. En este momento, comparando con el listado de Gerontology Research Group, ostentaría el puesto número 225 en el listado de los ancianos vivos más mayores a nivel mundial, a 350 días (menos de un año) del puesto número 100.
Concepción es conocida cariñosamente como Concha, la abuela de Espinardo, que es una pedanía del municipio de Murcia a un tiro de piedra del barrio en el que nació. En una entrevista con EL ESPAÑOL en su casa, asegura que el secreto para vivir tantos años es "no hacer daño a nadie y trabajar en lo que se pueda". Su estado físico, para su edad, es muy bueno. De hecho, explica que "tenía azúcar y ya no me hace falta medicarme".
Y es que, según detalla su hija, Chitina Valera, de 74 años, "el médico le dijo que si no pasaba de cierto nivel no le hacía falta medicarse", y lleva "meses" sin la necesidad de hacerlo: "Está perfectamente, no tiene ninguna enfermedad grave. Solo toma medicación para algunos achaques normales en todos los ancianos, como la tensión y la circulación".
Concha cuenta, junto a su hija y su yerno, una de sus vivencias de la Guerra Civil.
La abuela de Murcia desprende un aura de serenidad que solo puede alcanzar aquel que después de vivir más de un siglo logra comprender qué cosas son realmente dignas de preocupación. Su casita se encuentra en una de las zonas más transitadas de Espinardo, tímidamente ubicada entre edificios modernos, como un libro antiguo que se intenta meter a presión en una estantería repleta de novelas.
La diferencia es que con el hogar de Concha ocurrió justo lo contrario: es el libro más antiguo de la biblioteca, y los demás se han ido amontonando a su alrededor buscando hueco. Pero ahí sigue, en pie, como un reflejo del pasado, mostrando a los transeúntes cómo fue el barrio de un modo discreto y sin llamar la atención. Ni más ni menos que como su inquilina.
Concha lleva una vida tranquila y sedentaria. Ya no puede caminar y tiene una visión frágil, pero conserva una memoria que le permite recordar detalles de hace muchísimos años. "Tiene a una persona interna todo el día", detalla su hija, Chitina: "Su rutina consiste en dormir, levantarse, desayunar, sentarla en la silla de ruedas y a medio día acomodarse en el sillón. Una vez le propuse meternos a una residencia las dos, pero no quiere".

Concha Lax muestra a EL ESPAÑOL una foto de cuando hizo la comunión en 1924.
Cuando el periodista accede a la vivienda, la abuela de Murcia no está sola: abre la puerta una cuidadora interna, con la que vive, y en el interior están de visita sus dos hijas, varias sobrinas y familiares y una niña de unos 10 años que está a punto de salir de la casa de la que debe su bisabuela o tía-bisabuela.
La pequeña no aparta la mirada de la anciana con una sonrisa. Cien años de diferencia, pasado, presente y futuro, que se condensan en una vivaracha mirada que la niña no aparta de la abuela cuando el periodista se sienta junto a su silla de ruedas, en su amplia sala de estar, y comienza a hacer preguntas. Concha se autodescribe como una persona "poco habladora", y permite que sea su hija, Chitina, quien responda a las preguntas.
- ¿Cuál cree que es la clave para que su madre haya llegado a los 110 años?
- Chitina Valera: Ha sido una persona sin vicios, y se ha dedicado por entero a los demás. Esa dedicación a los que la han necesitado creo que es lo que ha hecho que mi madre esté en esta situación y que el Señor nos la mantenga con esta lucidez, aunque esta lucidez no sea la misma que hace años... Yo, como hija, disfruto con ella un montón.
La abuela de Espinardo nació en el seno de una familia de jornaleros de un barrio humilde de Murcia. Durante su infancia, vivían de las tierras que estaban bajo su propiedad y que explotaban tanto para consumo propio como para la venta: "Mi padre tenía animales, cabras, limoneros... Vivíamos de eso, de lo que tenían en la huerta", rememora Concha.

Una foto de principios de siglo de los padres de Concha Lax.
Pero en aquellos años, la felicidad se medía con unos parámetros muy diferentes a los actuales. Los jóvenes de la generación de la abuela de Murcia no podían disfrutar de ningún tipo de avance tecnológico dedicado al ocio: ni teléfonos, ni cine, y ni siquiera radio, ya que las primeras emisiones en España empezaron a llevarse a cabo en los años 20. Solo si una familia era capaz de cubrir sus necesidades básicas, los pequeños podían desarrollar una infancia feliz.
Así nació Concha, la mayor de siete hermanos, y como tal, le tocó ayudar a su madre en las labores de su hogar, teniendo en cuenta que eso era lo habitual en las familias de la época: "En la casa trabajé todo lo que pude", añade asegurando que ante todo: "Vivíamos bien, fuimos felices".
Durante buena parte de su vida se ha ocupado de las labores del hogar, pero en su juventud, en la posguerra, su padre emprendió varios negocios de los que la dejaría a ella de encargada, tanto de la gestión como de cara al público: primero vendía vino, más tarde montó una verdulería y finalmente puso en marcha una agencia de transportes que estuvo en marcha hasta poco después del inicio de la década de los 50.
Aunque le tocó pasar por tiempos convulsos. En sus primeros 24 años de vida, vivió una serie de cambios de etapa claves en la historia de España: una monarquía, una república, dos dictaduras, una dictablanda y una guerra civil. Quizá una de sus mayores suertes fue haber nacido en un barrio alejado de las grandes urbes, al que no llegaba con tanta fuerza la polarización política.
Pero eso no quiere decir que no llegara nada de la agitación que se vivía en todo el país, y por eso, lamentablemente fue testigo de disturbios, injusticias y protestas al calor de la Guerra Civil que tiñó de sangre al país entre 1936 y 1939.

Concha Lax ve la televisión en la sala de estar de su casa, en Espinardo (Murcia).
Para agilizar la memoria de la superanciana, su hija se sienta a su lado echando mano de una libreta en la que apunta todos los comentarios que hace Concha cuando le viene una vivencia a la memoria. Así, Chitina empieza a leer en voz alta algunas de esas historias y al escucharla, la abuela de Espinardo completa brevemente el relato.
"Nos contaba que vivió una ejecución pública. A un vecino lo ejecutaron y le hicieron el 'paseíllo', pasearon el cadáver por todo el pueblo", narra la hija de la superanciana. Concha se estremece ligeramente al recordarlo: "No salí de mi casa".
- ¿Recuerda algo de lo que ocurrió cuando se proclamó la II República en 1931?
- Concha Lax: Sacaron los santos de la iglesia, me parece que quemaron alguno...
- ¿Y qué recuerda de la Guerra Civil?
- Había hambre. Mis tres hermanos estuvieron en el frente: Fulgencio, Antonio y Pedro. Un día mis padres fueron a coger patatas y me quedé sola en la casa. Y entonces dos o tres hombres vinieron a preguntarme dónde estaba mi padre y por qué estaba sola. Entraron, subieron al piso de arriba, lo removieron todo... Pero a mí no me hicieron nada, no se metieron conmigo. No eran soldados, se llamaban otra cosa.
Chitina ayuda a recordar a su madre sentándose junto a su lado, con la libreta. "¿Y te acuerdas de cuando contaste...?", "cuenta aquello de..." Con la presencia de su hija, Concha libera su memoria y es capaz de exponer relatos que ya solo pueden leerse en libros de memorias, pero que en su caso son vivencias. La conexión entre ambas salta a la vista.

Una antigua foto de Concha Lax (c) posando con sus dos hijas: Carolina y Chitina.
La hija de esta súper abuela se emociona de tan solo recordar los buenos momentos. Y no es para menos: "Nuestros padres se han volcado toda la vida en nosotros, han dejado de comer si hacía falta para que comiéramos nosotros". Al concluir la visita, Chitina se inclina sobre la silla de ruedas y besa cariñosamente la frente de su madre. "Luego la tarde si no pasa nada volveré a pasarme por aquí".
- ¿Qué aporta la abuela a la familia?
- Chitina Valera: Ha sido una mujer fuerte, la mujer de la casa. Mi padre la quería un montón. Para nosotros, era el núcleo de la familia. Siempre nos ha acogido para todas las celebraciones. Ahora ya no puede hacerlo de la misma manera, pero yo me lo sigo pasando muy bien con ella.