El efecto Trump sigue poniendo nervioso al mundo entero y parece que entrar en recesión será inevitable. Cada vez se ve más claramente que su imprevisibilidad está penalizando a la economía en general y a los mercados en particular. Liderar un país tan importante con tantas ganas de venganza no puede ser sano, aunque parece que a los 78 años eso le importa entre poco y nada.
En el corto plazo la única esperanza es que las mid term elections del año que viene y la presión de sus donantes megamillonarios (muchos de ellos vinculados al mundo de la tecnología y de la electrificación) le obliguen a recapacitar y, sobre todo, a cerrar la boca con mayor asiduidad, a pensar más antes de poner ningún post en alguna red social amiga y antes de hablar.
Paradójicamente, en el medio plazo es probable que sus votantes paguen todos los impulsos incontrolados de su líder con una elevada inflación y con mayores tasas de desempleo. Es muy probable que los aranceles que quiere poner no le sirvan para poder alcanzar su sueño de eliminar el impuesto de la renta, pero es posible que muchos de sus votantes (y de sus detractores) acaben pagando menos porque ingresen menos. Es lo que tiene volver al Salvaje Oeste y a gobernar tomando decisiones basadas en opiniones sesgadas, más que en datos contrastados.
Sea como sea, intuyo que en unos años los libros de historia recordarán al presidente 47 de Estados Unidos como el que remató el declive del imperio estadounidense. Si la pandemia nos recordó que no podemos depender de fábricas que están en la otra punta del mundo, él ha forzado al resto del mundo a darse cuenta de que no podemos depender de socios que consideran que el planeta Tierra se divide en dos partes: Estados Unidos y el resto del mundo, de aliados que somos considerados amigos o no según la balanza comercial que quieran calcular con los datos que les interesen en ese momento.
Por ello, tengo claro que en el largo plazo, no se trata sólo de invertir más en defensa para dejar de ser dependientes de terceros; sino de invertir para tener una independencia tecnológica que no tenemos y que nunca hemos tenido. Hablamos mucho de la inteligencia artificial y de la ciberseguridad como dos elementos críticos para el futuro, pero resulta que en la Unión Europea no es que vayamos cojos, es que no vamos. Es más, la mayoría de las startups que parimos acaban haciendo las Américas (el anuncio de Corona me recuerda que sería más correcto decir que se van a los Estados Unidos) porque allí encuentran (o encontraban) las condiciones ideales para crecer, para conseguir financiación o para ser adquiridas por algún gigante (sea empresa o fondo de inversión) de esos lares.
Debemos replantearnos nuestras políticas para que el talento que ya no se siente atraído por Estados Unidos eche raíces en Europa, para que todas esas mentes brillantes que se fueron en busca de oportunidades las encuentren aquí y que sus empresas nazcan y crezcan en nuestro continente. Si estamos en un mundo con una guerra comercial a lo bestia, es imprescindible implementar políticas proteccionistas para potenciar todas las cosas que son críticas para el futuro, para construir esa fundamental independencia tecnológica.
Necesitamos aprender de Estados Unidos, de China, de India y de todos los que nos llevan ventaja. No se trata de ser como ellos (¡no, por favor, no!), pero sí de actualizar el modelo de la Unión Europea, de evolucionarlo para que en vez de vislumbrar un futuro en el que seamos un continente de vacaciones, seamos un continente de oportunidades, un continente líder en bienestar social y en tecnología usada para el bien común; en generación de riqueza y en redistribución de la renta.
Por suerte, empiezo a ver algunas iniciativas en Europa que van en esta dirección. Una de ellas es la plataforma AI VentureFactory de LettsGroup, que representa algo revolucionario porque aporta precisión metodología al mundo de la innovación con el fin de aumentar las tasas de éxito de las startups. Su método guía a los emprendedores e inversores a lo largo de todo el ciclo de vida de una startup, desde la ideación hasta su consolidación como empresa, utilizando su metodología patentada Innov@te, con el apoyo de herramientas de IA y especialistas copiloto para mejorar la eficiencia y las mencionadas tasas de éxito.
Debemos creernos que juntos somos una de las mayores potencias del mundo (por eso alguno quiere dividirnos), que nuestra manera de hacer las cosas teniendo en cuenta a la sociedad en su conjunto, al medio ambiente y hacerlo con criterios de gobernanza justos y éticos es la que más nos conviene. No nos cerremos al mundo, abramos los brazos para atraer a todos los que comulgan con nuestra visión del mundo y aceleramos para potenciar el caldo de cultivo que nos están poniendo en bandeja. Pero hagámoslo con inteligencia y con un poco de egoísmo.